A finals de juliol d’aquest any 2009, l’arqueòleg Sebastian Stride, professor del departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia de la Universitat de Barcelona (a més de formar part de grups de recerca de l’École Normale Supérieure, Paris -França-, de la universitat de Milan-Bicocca -Itàlia- i de l’Acadèmia de Ciències de l’Uzbekistan) fou entrevistat a La Vanguardia. Avui us acostem un extracte d’aquesta molt interessant entrevista que ens mostra les similituds culturals entre Àsia i Europa a més de descobrir-nos una mica més l’Uzbekistan:
“…Europa llega hasta el Pamir y el norte de África.Uzbekistán y Catalunya tienen muchos puntos en común. La Barcelona de hoy, el Raval, se antoja un viaje a la multicultural Termez, la ciudad uzbeka enclavada en el corazón de la Ruta de la Seda. Las distancias entre Oriente y Occidente son sólo geográficas. Sebastian Stride, arqueólogo galés que creció en Francia, investiga en Uzbekistán y vive en Catalunya, defiende una visión de Europa sin las fronteras marcadas en el siglo XX. “La historia de Asia Central es paralela a la nuestra, no puedes entender ningún momento histórico de Catalunya, por ejemplo, si no lo engarzas en un marco geográfico más amplio; la visión de Europa que hoy intentamos construir es una fantasía”, afirma en una terraza del Raval.
Stride nació en la impronunciable Aberystwyth, población universitaria situada en la bahía de Cardigan, en Gales, pero pasó su infancia en Francia.
“A los ocho o nueve años ya tenía claro que quería ser arqueólogo, me montaba mis historias, mi mundo, y ya sabía que iría a buscar a las figuras míticas, a Alejandro Magno”. Perseguir el sueño de la Persépolis, Siria, Egipto o Mesopotamia del legendario líder militar.
Tras estudiar Arqueología en el University College de Londres y doctorarse en la Sorbona de París, a los 22 años se enroló en una expedición franco-uzbeca para excavar en Termez. “Yo creía – narra-que revolucionaría el mundo del conocimiento, que haría grandes descubrimientos siguiendo los pasos de Alejandro Magno en Asia Central y decidí quedarme en Uzbekistán. Viví cuatro años entre Tashkent y Samarcanda”. Poco a poco, “mis perspectivas cambiaron, vi que los soviéticos habían trabajado mucho pero los occidentales, que pensábamos que sabíamos mucho, no sabíamos nada”. Fue entonces, al tiempo que Uzbekistán empezaba a enfilar su futuro tras la caída de la URSS, cuando Stride empezó a esbozar sus teorías sobre los paralelismos entre Asia y Europa.
“Los procesos históricos son los mismos en Termez, en Barcelona o en Florencia. Y esto es lo que queremos demostrar científicamente con nuestras excavaciones”, cuenta Stride, actualmente profesor de Historia Antigua y Arqueología de Asia Central en la Universitat de Barcelona (UB). Culturalmente, Termez y Barcelona tienen mucho en común: “Durante la colonización helenística, Termez era uno de los puntos más orientales y Barcelona, casi en el otro extremo, de los más occidentales; la expansión islámica llega a Barcelona a principios del siglo VIII, igual que en Termez”. Pero mientras los textos antiguos sobre Barcelona “están escritos sólo en latín o en lenguas derivadas; en Termez aparecen todas las lenguas del continente euroasiático: griego, latín, persa, sánscrito, chino, turco, tibetano, mongol, árabe, armenio…”.
La cerámica de diferentes épocas históricas que un equipo de la UB, en el que se encuentra Stride, ha hallado en Termez, coincide en formas y colores con la de la Península. Parece que las modas de un extremo y otro son las mismas, lo que evidencia ese nexo cultural.
“El mundo está globalizado ya desde mucho antes del siglo V; hay personas en Asia Central que saben lo que pasa en China y en Europa, en esa época ya había globalización aunque no se era consciente, pero a partir del siglo V ya hay un conocimiento práctico, ya hay decenas de miles de extranjeros que viven en China y que tienen familia en Samarcanda o en Constantinopla”.
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Para este arqueólogo excavar en Uzbekistán, a donde regresa dos veces al año, responde a la “necesidad imperativa de enseñar aquí, en Barcelona, que el mundo es muy diverso”. Stride relata que ha sido de mucha ayuda para su trabajo haber tenido acceso a los mapas militares soviéticos encargados por Stalin en la década de los 40 del pasado siglo. “En los años 50 y 60 empezó a cambiar el paisaje de Uzbekistán con la agricultura, los campos de algodón destruyeron todas las anomalías topográficas, que son los yacimientos arqueológicos. Pero con los mapas de Stalin tenemos registrada toda esa topografía, esos montículos donde se ocultan fragmentos de cerámica. A partir de esos mapas podemos reconstruir el paisaje de hace 3.000 años”.
Stride sólo encuentra ingredientes que alimentan la teoría de esa primera globalización. Termez, gran centro budista hasta el siglo V, luego feudo islámico en el VII y destruida por la invasión mongol del Gengis Khan en el XIII, alumbró al principal pensador sufí, Hakim Termidi. Stride y el equipo de la UB consideran que el libro del mallorquín Ramon Llull Els cent noms de Déu,del siglo XIII, pudo haberse inspirado en la obra de Termidi, que había vivido 400 años antes en Termez. Así, el pensamiento de Termidi habría llegado al Mediterráneo evidenciando las conexiones entre entre Oriente y Occidente.
Ahora sólo quedan los restos arqueológicos de la potente Termez; la nueva ciudad se alza a unos diez kilómetros al noroeste de la original. “Termez llegó a ocupar 500 hectáreas, fue uno de los puntos clave de la Ruta de la Seda, pero no tiene un crecimiento lineal; entre los siglos X y XIII fue uno de los grandes centros del mundo pero hay momentos en que queda abandonada”. El reto de Stride es, a partir de la cerámica y de la información de los mapas de la época soviética, “entender la relación del hombre con el medio ambiente, cómo interacciona con el paisaje y la evolución de la estructura urbana de Termez desde el siglo III a. C.”. Pero el fin último es obtener más datos que confirmen que el desarrollo de Termez a partir del siglo V es similar al de aquí.
Mientras apura el café, el arqueólogo proclama con pasión y en un perfecto catalán el cosmopolitismo de los uzbekos. “En Uzbekistán siempre ha habido una gran mezcla de culturas, como ahora en el Raval. Durante el periodo soviético convivían en Samarcanda 25 nacionalidades”. Él, en Samarcanda, excava con un equipo integrado por catalanes, franceses, uzbekos, rusos, japoneses e italianos, y se ruboriza cuando reconoce hablar siete idiomas….”
Si voleu més informació sobre la feina que desenvolupa en Sebastian Stride podeu consultar la web d’AISCA (Archaeological Information System of Central Asia – en català i anglès-). un projecte de creació d’una base de dades dels jaciments arqueològics i monuments històrics de l’Àsia Central.